
Estamos equivocados cuando detectamos al enemigo fuera de nosotros, la primera fuente de peligro que nos aleja de la quietud mental son nuestros propios pensamientos que más briosos que caballos salvajes nos dominan con total facilidad, como moscas que queremos matar una y otra vez, matamos una y aparece otra aparecen sobre la comida, sobre la mesa, sobre los niños, parecen reirse de la facilidad con que se reproducen y cuidan su reino omnipotente.
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